Escuela–Misión de Navidad 2025 – Misión Entrelazos de Navidad 2025

En Sogamoso, donde el viento frío desciende por las montañas y el amanecer nace lento entre las nubes, comenzó a tomar forma uno de las experiencias más significativas del año para la pastoral juvenil lasallista: la Misión Distrital Navidad 2025. Jóvenes de distintas obras educativas, acompañados por un equipo asesor comprometido, llegaron con mochilas cargadas de ilusión, corazones abiertos y unos cuantos nervios propios de quien sabe que está a punto de vivir algo que lo transformará.

El Colegio Los Libertadores y la Parroquia Nuestra Señora del Milagro, sedes de las experiencias, se convirtió en hogar, punto de partida y refugio. Aquel campus escolar, silencioso en diciembre, empezó a vibrar nuevamente cuando los pasos de los misioneros se mezclaron con las risas, saludos y miradas curiosas de quienes se encontraban por primera vez. Allí, en ese espacio sencillo pero fraterno, se encendió el primer mensaje de la misión: “Inicia el camino hacia Belén.”

Formación que encendió el alma

Los días comenzaron temprano, a las 6:30 de la mañana, con oraciones que parecían elevarse junto al vapor del chocolate caliente. Los espacios formativos, cuidadosamente preparados por los asesores, abordaron temas esenciales para comprender la profundidad del tiempo litúrgico que se vivía: el Adviento como camino de esperanza, la Navidad como misterio de encarnación, la luz de la Estrella de Belén como guía, y la Sagrada Familia como modelo de ternura, fe y confianza.

Los jóvenes escuchaban atentos, tomaban notas, hacían preguntas, reflexionaban y compartían experiencias. Algunos descubrían por primera vez cómo la teología podía hablarles de manera tan cercana; otros comprendían la misión como un acto de amor que exige preparación, sensibilidad y mirada amplia. La Escuela–Misión se convirtió entonces en un laboratorio espiritual donde cada día tenía un color, un símbolo y una invitación distinta.

Entre veredas y caminos: el corazón de la misión

Cada tarde, divididos en cinco grandes grupos, los misioneros emprendían el camino hacia las veredas asignadas. Con botas embarradas, mochilas ligeras y una actitud profundamente humana, tocaron puertas de hogares campesinos que, aunque modestos, se abrían con una hospitalidad que desarmaba cualquier temor.

En cada casa visitada sucedía un pequeño milagro: una abuela que contaba la historia de su familia, un padre que compartía las dificultades del campo, niños que corrían a recibirlos con una sonrisa tímida pero luminosa. Muchos jóvenes confesaron en las noches que la misión les permitió comprender la vida rural desde otro lugar: no como un paisaje distante, sino como un mundo lleno de sabiduría, resistencia, fe y dignidad.

Hubo quienes escucharon historias de luchas personales, otros fueron testigos de la fortaleza silenciosa de las madres campesinas; algunos recibieron abrazos inesperados; otros se quebraron al ver tanta gratitud por una visita que consideraban sencilla, pero que para las familias significó compañía, escucha y esperanza.

Un equipo asesor que sostuvo, animó y acompañó

Nada de esto hubiera sido posible sin el equipo asesor, cuya labor quedó reflejada en los índices positivos y los comentarios de los jóvenes en la evaluación final. Los acompañantes estuvieron presentes en cada paso: cuidaron el clima espiritual, animaron los momentos difíciles, prepararon los espacios formativos, organizaron la logística, brindaron palabras oportunas y, sobre todo, estuvieron cerca.

Un joven escribió al finalizar: “Gracias porque nunca nos sentimos solos. Cada asesor fue una luz y una guía.” Otro comentó: “Aquí vivimos lo que significa acompañar al estilo de La Salle.” Los asesores no solo coordinaron la misión; la encarnaron. Y los jóvenes lo sintieron.

Una Navidad que nació en medio del campo

Al finalizar los cinco días, entre abrazos, lágrimas contenidas y risas que no querían apagarse, los misioneros comprendieron que la Navidad no es una fecha, sino una experiencia: Dios naciendo en la humildad de un pesebre… o en una cocina campesina, en un saludo sincero, en un juego con los niños, en una oración compartida al caer la tarde o un abrazo sencillo. 

Nada volvió a ser igual para quienes participaron. Cada uno regresó con un compromiso personal escrito en su cuadernillo, con algo nuevo aprendido y, sobre todo, con un pedazo de Sogamoso latiendo en el pecho.

La Misión Distrital de Navidad 2025 dejó huellas profundas: en las familias, en los jóvenes, en los asesores y en la pastoral Distrital. Fue una experiencia que entrelazó miradas, historias, caminos y sueños; que reafirmó el llamado a ser luz donde otros esperan la esperanza. Porque al final, como dijo uno de los misioneros antes de partir:

“No fuimos a enseñar, fuimos a aprender. Y volvemos distintos.”

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