Editorial
El compromiso social que tiene la escuela pasa por múltiples ámbitos de la vida de quienes interactúan al interior de ella y con ella, como es bien sabido, los alcances de la escuela son casi inimaginables, quizá por ello solemos esperar que ésta nos solucione o dé las herramientas suficientes para solucionar los problemas que encontramos en la sociedad, los estados, las diferentes formas de comunidad humana y en las formas como interactuamos con nuestro entorno natural.
La escuela, entonces, se puede convertir en un pretexto académico de reflexión de todos aquellos fenómenos que acaecen constantemente en nuestro diario vivir como seres humanos que construyen y constituyen comunidades, como individuos pertenecientes a un ecosistema, como sujetos constitutivos de un sistema social, como actores indiscutibles de una puesta en escena cultural, inclusive como profesionales de una disciplina o saber, en síntesis fenómenos que acontecen en la convivencia con lo otro y con el otro.
Pues bien, en este número se le ha querido abrir espacio a aquellos docentes que, de una u otra forma, han asumido el reto de responder ante las necesidades de sus entornos desde la reflexión de problemáticas específicas, que les ha permitido formular estrategias formativas, con la intención de mejorar las posibilidades de sus comunidades para construir una realidad que se adecúe de mejor manera a las búsquedas que como seres humanos tenemos y que esperamos nos conduzcan a un buen vivir; docentes, que desde su quehacer diario, ayudan a cumplir con el compromiso tácito que la escuela tiene con la sociedad de ayudar a mejorar las condiciones de vida.
Leyder A. Castro B.