POLITEIA 2025: Raíces que transforman, jóvenes que sueñan un mundo posible

El frío bogotano amanecía intenso el 30 de septiembre cuando, poco a poco, fueron llegando a Casa Pastoral los primeros jóvenes que venían desde fuera de la capital. Algunos habían recorrido largas horas desde Villavicencio, Yopal, Cúcuta, Sogamoso y San Vicente del Caguán. En sus rostros se notaba el cansancio del viaje, pero también la ilusión de quien sabe que está a punto de vivir algo grande. Esa noche, entre maletas, abrazos y expectativas, comenzaron a sentirse comunidad.

Al amanecer del 1 de octubre, el grupo terminó de completarse con la llegada de los participantes provenientes de Bogotá y municipios cercanos. A pesar del frío, del sueño y de todo lo que cada uno había dejado atrás para estar allí, la alegría y la fraternidad se abrieron paso con fuerza. En total, 52 corazones —43 jóvenes y 10 asesores— representando 15 delegaciones de todo el Distrito Lasallista de Bogotá: CORSAJE, La Salle Cúcuta, La Salle Villavicencio, I.E. Politécnico de Sogamoso, I.E. Los Libertadores, Liceo Hermano Miguel, Instituto Técnico Central, Colegio San Bernardo de La Salle, I.E. Juan Luis Londoño, I.E. José Eustasio Rivera, I.E. San Juan Bautista de La Salle de Zipaquirá, Dante Alighieri de San Vicente del Caguán y la Universidad de La Salle – Utopía.

Desde ese instante, la aventura comenzó. Lo que hasta entonces eran jóvenes de distintos lugares, se convirtió en una sola comunidad dispuesta a soñar, formarse y dejar huella.

Mirar la realidad con ojos nuevos

A pesar del clima, el calor humano fue inmediato. Los abrazos, las risas y las conversaciones espontáneas llenaron el ambiente. La fraternidad, ese sello inconfundible de los lasallistas, se hizo presente desde el primer momento.
Durante el recorrido por las calles de Bogotá, antes de partir hacia la finca San José de Guausa, algo se movió dentro de ellos: la mirada se agudizó, el corazón se abrió. Ver la realidad de la ciudad, sus contrastes, su dolor y su esperanza, despertó en muchos un sentimiento profundo de gratitud, de consciencia, de valoración por lo que tienen y de sensibilidad por quienes más sufren. Era apenas el comienzo de una travesía interior y exterior que los llevaría a mirar la vida con otros ojos.

Formarse para transformar

Ya instalados en Guausa, el aprendizaje comenzó a latir en comunidad. Cada día fue una nueva oportunidad para descubrir, confrontarse y crecer. Los talleres, las dinámicas, los espacios de diálogo y reflexión fueron moldeando la experiencia: una escuela de pensamiento y corazón. Pronto comprendieron que liderar no era competir, sino caminar juntos hacia un propósito común; que el verdadero liderazgo se ejerce desde la escucha, la empatía y el servicio.

Los asesores miraban con admiración cómo emergían liderazgos firmes y auténticos. Jóvenes inquietos, con criterio, con voz propia, capaces de cuestionar, de debatir y de proponer. Jóvenes que no “tragan entero”, pero que sí creen, sueñan y construyen. POLITEIA les mostró que la política, al estilo de Jesús y de La Salle, es una forma de amar; que el liderazgo cristiano es una vocación de servicio al bien común.

Liderar desde dentro

Entre las actividades, llegó uno de los momentos más significativos: “Hasta la raíz”, un espacio de oración y silencio que invitó a mirar dentro del corazón. Con una vela en las manos —que ellos mismos construyeron—, los jóvenes simbolizaron su deseo de dejarse iluminar por la luz de Dios para transformar el mundo desde adentro. Allí, entre la música y el silencio, se entretejieron lágrimas, sonrisas y reconciliaciones. Fue un momento de verdad, donde cada uno entendió que antes de cambiar la sociedad, es necesario dejarse transformar por dentro.

Soñar proyectos para un mundo posible

Luego vino el momento de los sueños hechos proyecto. Los jóvenes, organizados por comunidades, dieron vida a sus propias iniciativas, dando forma a aquello que habían soñado y discernido durante los días anteriores. De sus reflexiones brotaron ideas que nacieron del corazón de sus realidades: propuestas que buscan transformar sus colegios, sus barrios, sus comunidades. En cada exposición se respiraba pasión, creatividad y una profunda fe en que “otro mundo es posible” cuando la educación, la solidaridad y la fraternidad se convierten en acción.

Con cada palabra y cada gesto, los líderes fueron afinando su criterio, su mirada crítica y su capacidad de proponer caminos nuevos para construir el bien común. POLITEIA les permitió descubrir que el liderazgo no se reduce a hablar bien o tener buenas ideas, sino a pensar con lucidez, sentir con empatía y actuar con responsabilidad desde los espacios donde la vida los ha puesto: sus aulas, sus grupos, sus familias y sus Centros de Proyección Social.

Recordar las raíces, abrazar la vida

Y cuando el encuentro parecía llegar a su fin, un momento inesperado y profundamente humano los sorprendió. Un gesto silencioso, preparado con cariño, los llevó a mirar hacia dentro y reconocer el valor de quienes los acompañan en el camino. Entre luces, miradas y silencios, el ambiente se llenó de gratitud y emoción. Muchos comprendieron entonces que liderar también es recordar las raíces, agradecer el amor recibido y dejarse fortalecer por él para seguir sirviendo con alegría.

Una experiencia que sigue latiendo

Fueron cuatro días intensos de formación, oración, risas, lágrimas, fraternidad y compromiso. Cuatro días donde la fe se hizo acción, la comunidad se volvió escuela y la esperanza se transformó en decisión. 

POLITEIA 2025 fue más que una escuela: fue una experiencia de Iglesia viva, de jóvenes que creen, sienten y actúan, convencidos de que la educación y la espiritualidad son las raíces de un país más justo, más humano y más fraterno.

El liderazgo que permanece

POLITEIA no terminó en Guausa: comenzó en el corazón de cada uno de ellos, cuando entendieron que liderar es servir, y que servir es permitirle a Dios transformar el mundo a través de sus manos.

Deja un comentario