La vaquita de la granja de mi tío Lino

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Un día con mi familia, fuimos de campo a la granja del tío Lino, estando allá él nos regaló una vaquita recién parida para que pudiéramos tomar leche cuando quisiéramos. Él mismo, en la tarde nos dijo que la lleváramos para el potrero que tenía mi abuela, ya que allí había mucha comida, ese día en la tarde la trajimos en un camión desde la granja que queda en una vereda de nuestro municipio hasta las afueras del pueblo donde queda el lote de mi abuela. La vaca era de raza Holstein, había que ordeñarla dos veces al día y daba 6 botellas diarias, debíamos dejar la leche de dos tetas, para que la vaca alimentara su cría. 

En la mañana del día siguiente después de ordeñarla, la soltamos en el lote con su ternerita para que comiera hierba, por la tarde mi papi y yo fuimos a traer la vaca y la becerrita para apartarla a fin de que no se chupara por la noche toda la leche.

No fue fácil, la vaca se enojó cuándo enlazamos a la hija y nos amenazaba muy brava con sus puntiagudos cuernos, pero logramos esquivarla, mi papi y yo, sacamos a la ternera cargada, cerramos el broche de entrada al potrero para que la vaca no se saliera. Cuando nos alejamos la pobrecita empezó a bramar y a correr desesperada reclamando su hija; por fortuna, el cerco de alambre de púa estaba en buenas condiciones y ella apenas olfateaba las cuerdas bien tensionadas sin intentar forzarlas.

El camino a casa es muy pendiente, la becerrita nos hacía resistencia y bramaba demasiado, pero mi papi y yo aguantamos todo el forcejeo y logramos llegar, a la ternerita le teníamos preparado un pequeño corral con hojas secas de plátano y muy cubierto para pasar las noches sin la vaquita. 

A la mañana siguiente fuimos bien temprano al lote, la vaca había estado parada al pie de la salida buscando a la hija y apenas sintió libre el espacio, salió al camino y se dirigió a la casa con paso rápido, tan rápido que nos dejó botados.

Todos los días había que realizar las mismas actividades, por la mañana traer la vaquita sola, darle la comida que le teníamos preparada mientras se maneaba, se ordeñaba y luego la dejábamos un rato en el corral con la ternerita suelta. Luego se llevaban al potrero y a las 3 y 30 de la tarde la tarea más difícil para nosotros, quitarle la ternerita a la vaquita dejarla encerrada en otro sitio cercano y subir con la ternerita a la casa en medio de la lucha más tenaz. 

Empezamos a consentir a la ternerita, le palmoteábamos la parte de atrás de las piernas, le sobábamos el lomo, le acariciábamos la cabecita y le hablábamos como una niña chiquita recién nacida y consentida, le puse como nombre “Princesa”, ella se acostumbró a mis contemplaciones.

Después de 20 días de estar con nosotros, fuimos con mi papi a traer a “princesa”, cuando ya estábamos en el potrero vimos que la vaca caminaba con desespero en la parte de abajo donde termina el pasto y empieza una vegetación más grande y tupida, bramaba como pidiendo ayuda, siempre con la mirada en el rastrojo, “Princesa” no se veía por ninguna parte, a toda carrera bajamos al sitio donde la vaca se movía desesperada y mugía mirando hacia abajo, concluimos que la ternerita debió sufrir un accidente grave para que no la pudiéramos ver por ninguna parte, había ocurrido lo que sospechábamos, allí había una vegetación mayor, que cubría un barranco de casi un metro de altura, “Princesa” no se percató del peligro y se resbaló, cayó en el pequeño abismo y quedó enredada en las varas de la vegetación sin poder moverse.

Cautelosos, nos fuimos dejando resbalar hasta el sitio donde vimos a la ternerita accidentada, por suerte, en ella no se observaba herida alguna, pero estaba completamente enredada e inmovilizada por las plantas, con el machete que mi papi llevaba en la cintura, él cortó las ramas y los bejucos que la presionaban y tratando de sostenerla con nuestras manos, dejamos que cayera con suavidad al fondo del barranco; después cortamos las matas que cubrían el camino y esto nos permitió sacar la ternerita; cuando estuvo al pie de su mamá, se pegó con desespero a sus tetas y tomó leche a su gusto mientras nosotros la acariciábamos y la vaca la lamia con afán, esta vez nuestro trabajo de separarla de la madre y llevarla hasta nuestra casa fue mucho más fácil, ni la vaca ni la ternerita pusieron resistencia a nuestra acción.

Pasado dos meses, todo era más sencillo para nosotros, tanto se acostumbró a mis consentimientos que bastaba con que me viera llegar por la tarde al potrero, para venir con su madre a la puerta a saludarme y dejarse coger con el lazo y salir detrás de mí sin oponer resistencia alguna, “Princesa” estaba creciendo rápidamente.

Ayer llegó mi abuelito Juaco a visitarnos, él vive en otro pueblo y contrató una camioneta para llevarse a la vaquita con su cría porque como ya está más grande, la leche que produce es poca, hay que destetar la ternera porque la vaca está embarazada de nuevo, ha engendrado otro ternerito o ternerita y pronto se le secará la leche del todo, estuve toda la noche pensando en la ida de “Princesa” y sentí pesar que se la lleven para la finca del abuelo Juaco que queda muy lejos de nosotros.

Hoy sentí mucha tristeza cuando la subieron al camión para llevársela, cuando el chofer prendió el carro, miré la cara de mi vaquita para despedirme y me pareció que con sus ojitos llorosos me quería decir algo, sentí un vacío dentro de mí y con lágrimas en mi rostro la vi partir. 

 

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Mirian Liseth Osorio Losada Gado 502°