Lenguas Nativas

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Mientras nos comparte los grafemas latinos, vocales y consonantes, y nos indica algunas palabras, insiste en su carácter sagrado. Las palabras tienen magia, claves y secretos y por eso deben ser protegidas, porque tienen poder. Cantar algo, por ejemplo, es darle un poder, sea favorable o desfavorable, como producir un accidente a alguien o hacer que se enamore. De hecho, con cada palabra nos va descubriendo algo de su pueblo y sus tradiciones, porque las palabras dan sentido a las acciones.

Me resulta curioso que el profesor (prowetsuru) ha señalado varias veces diferencias en el género de las palabras, pero no por el género de la cosa en sí, sino dependiendo de quien las pronuncie: mujeres y hombres usan palabras diferentes. “Perro” y “perra” son invariablemente la misma palabra (y+awara), mientras que la palabra “aquí” depende de si es enunciada por un hombre o una mujer: “ajanka” si lo dice una mujer, “ikiaka” en caso de los hombres.

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Intrigado por el hecho, indago con el prowetsuru. No entiende y pide traducción al portugués. Nos explica que a hombres y mujeres se les ha dado poderes diferentes y por eso su habla es diferente. El poder de las palabras del uno no surtirá efecto boca del otro. Además es una cuestión de defensa frente a los que no son cocamas, quienes quedarán confundidos, un poco como yo. Solo los de dentro y los iniciados pueden entender. Como estudiantes o “ikuarinkana” (las mujeres dirán “ikuarinu”) hemos sido iniciados y conocemos ya algo de los secretos de su cultura, lengua y tradiciones. Las palabras engañosamente se pronuncian como se escriben, pero nosotros ya sabemos como hacerlo y no podremos revelarlo sino para quienes deseen aprender la lengua y no solo enterarse al respecto. Me he comprometido interiormente a no revelar tales secretos y puedo sentirme cargado de la magia y del poder de las palabras, pero quedo ansioso de enseñar en algún momento cocama porque aunque soy bueno guardando secretos, prefiero no contenerme.

Apenas he sentido pasar las tres horas de estudio y me siento feliz, incluso si no logré los contactos para aprender Ticuna. Antes de terminar, el prowetsuru nos indica que debemos lavarnos las manos para retirar el aceite, de lo contrario a quien demos la mano se enamorará de nosotros; él mismo no se despide de mano de ninguno de nosotros. Como no tengo interés en ser perseguido por amores ciegos, obedezco y me lavo las manos. Salgo en el carro con dirección a casa, cruzo la frontera en dirección a Brasil y en poco tiempo estoy en mis aposentos, extasiado por lo descubierto. Me conforto por no haber cumplido mi rutina pensando que en todo caso me dolían los antebrazos (y todavía un poco la cabeza), que viví parte de mi día de manera diferente y que me orientó mi idea insistente, hasta el paroxismo.

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